söndag, oktober 03, 2004

Las yeguas finas 1a parte

Quiero compartirles esta carta que encontré en el libro "Las Yeguas Finas" de Guadalupe Loaeza.

Es una carta que escribe Inés, la hermana de Sofía, la protagonista ,a ésta, sobre sus impresiones a su llegada a un internado en Lyon-Francia. Sé que de Francia a Suecia hay un mar de diferencia... pero en muchas me sonaron similares... sin mas se las envió y espero que la disfruten (la mando en dos partes porque está un poco larga):

"Muy querida Sofía:
Apenas hace dos semanas que estamos en el internado en Lyon y me parece que hace años que se fue mi mamá. Ya les habrá contado cómo estuvo nuestra llegada al colegio con nuestras maletas que apenas podíamos cargar. A la despedida las tres hicimos esfuerzos para no mostrar tristeza, yo me aguanté de no derramar ninguna lágrima para que mis hermanas no se fueran a poner peor, pero tenía un nudo en la garganta. Pensé... cuánta gente querría estar en nuestro lugar. Finalmente, Amparo se puso a sollozar como una verdadera María Magdalena. Paulina hacia unos pucheros que hasta risa nos dio y mamá aprovecho para irse.
"...Nos han cambiado el nombre, a Paulina le dicen Polín y a Amparo le dicen Amparó. Mi nombre se pronuncia igual en ambos idiomas..."
"...Aquí las chicas solamente se lavan la cara, el cuello, las axilas y los dientes por la noche. Desgraciadamente, sólo nos podemos bañar en tina... nos tenemos que desvestir y poner la piyama una enfrente de la otra, así que ya me las ingenié para hacerlo sin que nada se me vea. Mi vecina de cama se ríe de mi exagerado pudor... Acabando de rezar nos metemos a la cama y apagan la luz. Aquí empieza mi sufrimiento. Primero la monja viene hacia mi cama y me dice -Bonsoir, ma petite Inés, dormez bien- . Yo contengo la respiración porque tiene pésimo aliento y huele feo, a sudor. Luego me cuesta mucho trabajo conciliar el sueño. La noche me vuelve vulnerable, pienso en situaciones absurdas o preocupantes, me arrepiento de algo que hice o que no hice en México y acabo añrando la casa, la familia, todo lo que dejamos y todas esas cosas. Lo terrible de estos insomnios es que no puedo levantarme, ni prender la luz, ni poner música. Seguramente permanezco despierta sólo unos minutos, pero a mí me parece una eternidad. El tiempo es como un acordeón, se alarga o se acorta según la circinstancia, sobre todo cuando no duermes en tu cama, ni estás en tu país.
Nos esta costando mucho trabajo la adaptación a esta nueva vida.
Yo les dije a mis hermanas que se fijen en todo lo que hacen las francesas para que no nos vean tan diferentes y nosotras también nos sintamos mejor. Yo le sonrío a las niñas de mi clase y no me hacen mucho caso. Se me quedan viendo y adivino que no tienen la menor intención de hacer concersación, más bien guardan silencio. Como saben que no hablo francés ni tratan siquiera. No sé si es por penosas o por pesadas o por las dos cosas. Yo creo que sufren de xenofobia, o sea que no les gustan las extranjeras.
Si estuvieran en el colegio en México, ya me imagino todo lo que hariamos para ayudarles con el idioma y con sus lecciones, les estaríamos convidando de nuestras tortas. Y les diriamos cosas como ¿de dónde vienes, por qué estas en México, vienes de París? Y luego luego querríamos ser sus amigas. ¿A poco no, Sofía? Imáginate la curiosidad que nos daría saber si habían llegado en barco o en avión. Preguntaríamos cosas así. Bueno, pues hace un mes que estamos aquí y nadie me ha preguntado absolutamente nada ¿Qué no son curiosas o qué?
... continuará

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